CAVIAHUE – COPAHUE 1

La Ruta Provincial 26 va copiando el cauce del Río Hualcupén, parece enamorada de él, se acerca hasta casi mojarse, se aleja unos metros como en un distanciamiento circunstancial, se eleva, se esconde, lo cruza en un juego de enojos y embeleso. Unos kilómetros antes de llegar a Caviahue abandona el agua y corre encerrada entre las altas laderas verdes del Cajón Chico. Y así, luego de una curva pronunciada se desliga de esas paredes y sale a un abra desde el cual comenzamos a divisar el pueblito. Nos detenemos un rato contra la barda antes de llegar. Desde este balcón vemos el conjunto desmembrado de casas mezcladas, inmersas entre los pehuenes, un conjunto que sacia nuestra vista. Ya circulando por el ejido urbano, nos extasiamos con ejemplares de pehuenes en los patios, al costado de las calles zigzagueantes que han desviado por y para ellos, en la puerta de la seccional de policía, en el patio del hospital zonal, en su sala de cirugía, bien desinfectados, y los habrá en el despacho del Intendente, como corresponde. Se han respetado los siglos y milenios que estos árboles tan vitales atesoran en sus savias, los tiempos que debieron transcurrir para que adquirieran esos portes capaces de mejorar las mejores fotos. Se sabe que los habitantes originarios de la zona, desde el principio de sus generaciones, organizaban su vida alrededor de este milagroso árbol cuyo fruto les proveía los alimentos necesarios para mantenerse sanos y fuertes como ellos.

El lago constituye un marco perfecto del pueblo, una presencia insoslayable que será difícil olvidar. Ha crecido Caviahue pero yo sigo percibiendo el letargo especial de este lugar, un silencio que parece reinar desde el inicio de los tiempos. Su desestructurada estructura, sus calles arenadas sin demasiados ángulos exactos, el respeto por la vegetación, la libertad de los animales para circular, todo se asimila a un lugar que a primera vista parecería desordenado, una irrupción de vida de campo sobre el pueblo. Podría pensar que hay muchas cosas por hacer, pero enseguida me retracto y digo, mejor déjelo así, señor Intendente, no busque ninguno de los adelantos de la modernidad. Entonces mi Amorosa que ha venido leyendo el futuro, me recuerda que todo el pueblo está dentro del Parque Provincial Copahue-Caviahue. A este motivo se deberá esta impronta natural que le vemos, me dice. Puede ser, digo. Sigo pensando este detalle y al rato se me ocurre decirle: Bariloche también está dentro de un Parque, y nacional, para más datos. Sin embargo…

Todas las calles de Caviahue desembocan en el lago Caviahue. Esta redundancia geográfica es de nuevo cuño. Hasta hace pocos años el lago conservaba el nombre del río que lo origina: Agrio. Tal vez cierta cacofonía de la palara, tal vez alguna connotación turística desagradable, la cuestión es que ahora lleva el nombre del pueblo, avisen a los señores del GPS.

Como cualquiera de las ciudades de Ítalo Calvino, el pueblo obedece a una diagramación pergeñada por algún poeta decidido a nombrar las cosas por su nombre. Será por eso que partiendo de una esquina cualquiera, y sin doblar en ninguna otra, uno logra volver a pasar por aquel lugar en un tiempo que nunca se puede dimensionar.

Recorriendo la costanera que circunvala el lago, en los múltiples ángulos que se forman en la llegada de una calle, hay unos carteles muy prolijitos que bosquejan el breve ejido urbano. Muy atractivos, su diseño, sus colores buscados y encontrados, parecen intentar obligarnos a que depositemos nuestra vista sobre ellos. Pero lo que más atrae en estos avisos, son algunas calles marcadas con impactantes flechas rojas con sentido hacia el lago. Sobre ellas se lee muy claramente: Vías de Evacuación. Y entonces uno mira los carteles, mira la dirección de las flechas rojas y luego no puede dejar de mirar hacia el oeste, hacia la cordillera. Y aunque él todavía está callado, en apariencia tranquilo, aunque el Volcán Copahue todavía se conforma con “fumar”, con mostrar su fumarola blanca que se pierde, por ahora, en el cielo celeste, uno demora razonable e inevitable-mente la vista sobre su peligrosa belleza nevada.

continúa

 

DEJA UN COMENTARIO